viernes, 15 de octubre de 2010

Cuando llevar a un niño a terapia

Pedir ayuda no es reconocer que estamos mal en algo, pedir ayuda es ser asertivos con uno mismo, es identificar que algo está fallando, pero también es necesario saber con quien acudir, que pedir y que esperar de esa ayuda.

Normalmente cuando reconocemos que algo no está bien en nuestra vida comienza el sentimiento de vergüenza, desesperanza y una sensación que no hay solución a nuestros problemas, identificamos que los demás están mal pero es muy difícil y doloroso responsabilizarnos de nuestros actos y consecuencias. Además que identificar que tipo de ayuda necesitamos nos puede llevar al éxito o al fracaso al no encontrar la respuesta o ayuda en correspondencia a lo que necesitamos.

Y cuando se trata de pedir ayuda para nuestros hijos se vuelve doblemente complicado ya que no sólo es identificar que algo está pasando con nuestros hijos sino que como padres conlleva una responsabilidad directa de lo que está sucediendo con nuestros hijos.
En ocasiones los padres acuden con un terapeuta cuando las cosas ya están fuera de control, después de muchos años de malos ratos y frustraciones.
No hay que esperar a que el niño golpee a un compañero hasta sacarle sangre para acudir con un especialista. No es necesario que el niño haya reprobado el año escolar . No es necesario tocar fondo para pedir ayuda.
Las pequeñas conductas disruptivas que tienen los niños no es por que les guste ser así, no es por que se les ocurra en ese momento, son conductas de alerta, de auxilio de algo que está pasando en el niño. Algo está sucediendo en la vida del niño que no se siente bien, tal vez triste, desprotegido, angustiado que evidentemente él no sabe lo que le está pasando y comienza a tener conductas desafiantes, agresivas, impulsivas. Pero pensar que estas conductas son por que el niño quiere hacerlas por que si, es un grave error y las consecuencias a largo plazo son determinantes para el éxito o fracaso en su vida.
Entre más temprana sea la intervención más rápido será el tratamiento y será preventivo para las siguientes etapas de su desarrollo.

Signos de alerta para acudir con un especialista:

*El niño es torpe en sus actividades diarias (amarrarse las agujetas, abotonar su suéter, tropieza con facilidad, se le caen cosas)

*Es distraído, pierde cosas.

*Berrinchudo, se enoja con facilidad, explosivo, irritable, agresivo.

*En la escuela parece que no le gusta estudiar, se rehúsa a hacer la tarea.
*melindroso.

*Enuresis, encopresis (se orina o defeca en la ropa o dormido)

*Miedos excesivos (al coco, a la obscuridad, estar en el baño solo, los juegos, las fiestas).

*Dificultad para relacionarse con sus pares.

*Pareciera que no es muy afectivo

Son pequeñas conductas que la mayoría de los padres ignora, pensando que el niñ@ las hace para molestarlos, o por que le encanta reprobar en la escuela. Los niñ@s no son felices castigados, ni tampoco viviendo el fracaso constante en la escuela o en los deportes, a ellos también les gustaría ser felices y exitosos como los adultos, pero no pueden expresar sus necesidades o pedir ayuda como los adultos lo hacemos.

Pedir ayuda a tiempo, con las pequeñas señales que nos van dando los niñ@s benefician a todos ya que mejora y optimiza el potencial intelectual del niño, fortalece su autoetisma, fomentamos la seguridad e independencia del niñ@, los padres se vuelven asertivos y disfrutan su paternidad. La convivencia diaria se vuelve un disfrute, lleno de gratificaciones y recompensas y no la sensación de castigo y pesar.

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